4/6/09

Recuperar , preservar, difundir.

Este es el artículo que la Biblioteca preparó para el Encuentro de Centros de Documentación y Archivo que se realizó en Montevideo, Uruguay a principios de 2009.


Abstract:
“De cómo nuestra Biblioteca realiza la experiencia de recuperar, preservar y difundir el material teatral existente, en un País como Argentina con una tradición teatral de excepción consolidada en el siglo pasado y a su vez estar al día de la nueva y vasta producción actual”.
Referentes:
Maricel Beltrán - Mariela Mirc
Bibliotecarias:
Sofía del Carmen Cos / Rosa Vivanco

Mi nombre es Maricel Beltrán, integrante de la Biblioteca Teatral “Alberto Mediza”.
Con Mariela Mirc venimos a este encuentro desde la ciudad de los tilos y las diagonales, celestes de jacarandá, la ciudad de La Plata, Argentina.
Las líneas que voy a leerles es un breve relato de nuestra experiencia, algunos datos sobre nuestra entidad y nuestras acciones, algunas reflexiones, de las que diariamente hacemos y que para esta ocasión volcamos al papel con nuestros compañeros de la Biblioteca Teatral: Norberto “El Colo”, Morena, Sofía, Rosa, Alicia, Eugenio, Catalina, Jorge, Adriana, Franco, Gabo, Valentín, Pablo, las dos Florencias, Fernanda, Martín, la Maru, Marisa, Laura, Norberto Ramón “El Loco de la Aspiradora”.
Para comenzar a presentarnos, les cuento que en el año 1994, en el Taller de Teatro de la Universidad Nacional de La Plata, con 50 actores en escena y con la dirección de Norberto Barruti, teníamos en cartel por 3º año consecutivo la adaptación que Alberto Mediza hiciera en los ’70 de la novela de Franz Kafka “El Proceso”. A una de las presentaciones se llegaron desde Montevideo a La Plata, la Sra. Sara Silveyra y su hijo Rodrigo Mediza, para asistir a la función. Y fue en ese re-encuentro de Barruti y Sara, en ese primer encuentro nuestro con Sara, que Sara y Rodrigo decidieron dejar a resguardo de Norberto Barruti la biblioteca personal del poeta, investigador y dramaturgo uruguayo Alberto Mediza, fallecido en Buenos Aires en el año 1978. Con esos libros, revistas, manuscritos, y sumando su propia biblioteca personal, Norberto Barruti, nuestro maestro, discípulo de Mediza, funda nuestra institución con el nombre de su maestro.
Así nace la Biblioteca Teatral de La Plata “Alberto Mediza”. Para nosotros con ese doble legado: el legado de Mediza y el legado de Barruti.
Sería ingrato olvidarnos de alguno de los tantos que nos ayudan a crecer día a día. Pero valga recordar que nuestro primer encuentro con Carlos Ianni, director del CELCIT, se produjo en la sala que ellos tienen en Buenos Aires y donde nosotros presentábamos “El dragón de fuego”, una obra de nuestra amiga Roma Mahieu. Y fue precisamente, a través de Ianni que el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral decidió trasladar la biblioteca, hemeroteca y videoteca del CELCIT a nuestra sede.
Valga también recordar que fue en ese encuentro del Festival de Teatro de Humor al que fuimos invitados a Zapala, que estrechamos lazos con las otras bibliotecas hermanas, ya que allí conocimos a Hugo de la Hueney, Pepe de la Santa Fe y El Luca de la del Sudeste Teatral.
El teatro y el encuentro de personas pues, han sido y son, vitales para nuestra institución. Del teatro proviene cada uno de los integrantes, y también la mayoría de los socios, que voluntariamente dejan parte de su vida, es decir, dedican tiempo a esas acciones que a la gente de teatro tan poco nos gustan: las gestiones, los trámites, las idas y venidas, que hacen que nuestra Biblioteca Teatral crezca y se vaya consolidando como institución. Administrativa, legal y económicamente. Institución que esperamos sobreviva a la buena voluntad de las personas que hoy estamos a cargo. Institución que es: Asociación Civil Sin Fines de Lucro, Entidad de Bien Público, ONG registrada en los organismos correspondientes, inscripta en los organismos de control fiscal como la AFIP y Rentas, que es lo mismo que decir CUIT-IVA-IngresosBrutos. Reconocida por el Instituto Nacional del Teatro, por la Dirección Provincial de Bibliotecas, por la Municipalidad de La Plata, por la Universidad Nacional de La Plata, por el Fondo Nacional de las Artes, etc. etc. etc.
Insisto en que cada una de estas palabritas, como muchos de ustedes tienen probado, se lleva muchas horas de los trabajos y los días de algunas cuantas personas.
Valió y vale también en nuestro caso la cita del maestro Atahualpa del Cioppo: “no hay teatro independiente si no hay hombres capaces de integrar a su desarrollo artístico la capacidad física y organizativa para construir la infraestructura necesaria para su actividad. En consecuencia, no hay teatro si no hay salas en manos de los propios creadores, que puedan así consolidar su desarrollo artístico; no hay teatro si no hay mucha gente capaz de reconocerle a una institución una representatividad artística y social que la haga digna de ser apoyada.”
Insisto con esto porque como la mayoría de ustedes, somos gente de teatro. Que nos fuimos colando en esos otros mundos de la bibliotecología, de los archivos y museos, de los adelantos cibernéticos, frente a los desafíos que nuestra decisión de dar respuesta a las necesidades de los compañeros del teatro, nos iban imponiendo.
¿Cómo encontrar un título dentro de 10.000, incluido en una antología, en un volumen de tantos?
¿Cómo encontrar ese libro de tapas azules que estoy segura de que estaba en el tercer estante?, pero como no recuerdo de cuál mueble y ahora los muebles son varios, empiezo desesperadamente a abrir puertas hasta que entro en la duda de si realmente estaba en el tercer estante, y de si realmente era de tapas azules…
Esta situación mejoró mucho cuando pudimos sumar a nuestras dos bibliotecarias, Sofía y Rosa, que ponen su empeño en adaptar sus conocimientos a nuestras necesidades, en poner en funcionamiento sus reguladores y adaptadores para convivir con una disciplina en movimiento, viva y efímera como el teatro.
Y conste que fueron y son muchas las decisiones a tomar, las acciones a emprender en cada cuestión.
Por ejemplo: Les costó casi un año convencernos de catalogar el material según las normas de AACR2, y otro tanto que aceptáramos “provisoriamente” la C.D.U.
Aún hoy no sabemos bien de qué nos están hablando, pero como vamos a la base que armaron y encontramos lo que buscamos y luego vamos al estante y allí está… Y como también hicieron posible que nuestros usuarios de distintos países puedan consultar el catálogo de autores y títulos a través de Internet…
Hasta ahora entonces, nos van ganando por demostración.
Aunque sigamos en la ardua pelea de compatibilizar nuestra pragmática forma de gente de teatro, acostumbrada a resolver con lo que se tiene a mano, muchas veces con alambre, clavos, listones de 2x1, tela y pinturita; compatibilizar esa forma, digo, con los criterios académicos de la bibliotecología.
Para no abrumarlos, quedamos a disposición de quienes les interese ahondar en alguna cuestión específica. Tanto las bibliotecarias como nosotras, entonces, quedamos a disposición para consultas, intercambios, reflexiones, en fin… para seguir encontrándonos, creciendo, construyendo redes y lazos que nos permitan mejorar estas cuestiones de la recuperación de la información y el acceso al fondo bibliográfico.
Hasta aquí, nuestra realidad es similar a la de cualquier biblioteca o archivo, de los tantos que hay en cada rincón de nuestro querido y doloroso país; bibliotecas y archivos que sostienen nuestros paisanos argentinitos contra viento y marea.
La ligera y leve diferencia, como ya dijimos, es que la nuestra es una biblioteca y archivo especializada en teatro, con el privilegio de ese doble legado: el legado de Mediza y el legado de Barruti.
Y esto viene a cuento porque fue así que un día nos metimos de lleno a investigar materiales para aportar al montaje de “El conventillo de la Paloma” de Alberto Vacarezza. Y fue así que nos encontramos con actores formados en el radioteatro, en el circo criollo, actores que son maestros en esa forma de actuación que requieren nuestros géneros criollos: el sainete, el grotesco, el melodrama. Actores que continúan esa escuela que nos legaron Olinda Bozán, Luis Arata, Tita Merello, Enrique Muiño, Diana Maggi, Elías Alippi, Rosa Catá, Enrique Santos Discépolo, Blanca Podestá, Florencio Parravicini, Lea Conti, José Marrone y tantas y tantos. Actores que son maestros en esos géneros afines a nuestro sentir. Géneros en los que nuestro maestro, Norberto Barruti, dirige como se mueve un pez en el agua.
Y fue gracias a esos encuentros, a esas vinculaciones y andares, que empezaron a llegar a nuestra biblioteca, de a un ejemplar, de a muchos ejemplares, las revistas Argentores - Arriba el Telón - Bajo la Santa Federación - Bambalinas - Biblioteca Teatral Apolo - Dramas y Comedias - El Entreacto - El Apuntador - El Teatro - El Teatro Nacional - El Teatro Universal - En el Mundo de la Cultura - Galería Dramática Salesiana - La Escena - La Farsa - La Novela Argentina - La Novela Cómica - La Novela del Día - La Novela Semanal - Monólogos Populares - Nuestro Teatro - Proscenio - Talía - Teatralia - Teatro Argentino - Teatro del Pueblo - PBT - Teatro Popular - Teatro Selecto – y tantas…
Materiales impresos que se vendían semanalmente en tranvías, que se leían con avidez, que eran utilizados como libretos por los centenares de grupos de teatro que pululaban por todo el país.
Materiales que al estar impresos en un papel bastardo, al ser posteriormente des-cartados, des-valorizados, corrieron la suerte de tantas cosas en nuestro país: el deterioro y el olvido.
Materiales que contienen textos de sainetes, grotescos y melodramas, textos que en muchos casos no fueron re-editados ni incluidos en antologías ni mencionados en cronologías. A punto tal que en algunos casos, los propios familiares de los autores nos han pedido que les enviemos una copia para poder encontrarse con las palabras de sus antepasados.
Estamos hablando de cientos de autores, de miles de títulos. Máxime en esa época, la época de oro del teatro nacional rioplatense, en la que confluyeron artistas, público, autores y empresarios.
Convengamos que la pasión de los argentinos por el teatro se iguala a la pasión por el dulce de leche y el asado, la pasión por el tango y el fútbol.
Y llegó el día en que así, como de buenas a primeras, nos dimos cuenta de que estábamos inmersos hasta el cuello en este desafío de recuperar-preservar-difundir.
RECUPERAR
Ya contábamos una cantidad considerable de ejemplares.
Pero no conformes con eso, se nos ocurrió lanzar una campaña entre nuestros compañeros teatristas, quienes como siempre, dieron lo mejor de sí: una respuesta inmensa, al desprenderse y acercarnos cada ejemplar que poseían.
Y que poseen, porque hasta la fecha alguien toca el timbre y nos deja ejemplares que desde distintos rincones de nuestro país nos hacen llegar compañeros con quienes en algunos casos la relación es sólo virtual.
Porque les cuento que diariamente intercambiamos mensajes electrónicos con cantidad de teatristas desparramados por el mundo que nos piden algo.
Desde obras y material referencial o técnico, hasta consejos…
¿Qué obra les parece que puede funcionar para nosotros?
Ya que en algunos casos conocemos personalmente a los actores y/o directores, entonces ellos imaginan que nosotros podemos imaginar qué título o autor les conviene.
O, ¿qué lectura o análisis harían de tal o cual obra o pasaje?
En otros casos nos conocen, han visto nuestras obras y confían en una opinión que podamos darles.
O, ¿tendrán alguna foto de un chofer alemán en los años ’30 en Argentina o idea de dónde conseguirla?
A las claras, lo que estos andan necesitando es resolver el vestuario de ese personaje, el Otto, de la “Babilonia” de Armando Discépolo.
Y así, infinidad de cuestiones prácticas que muchos de los presentes sabemos hay que resolver a la hora de un montaje.
Pero volviendo a nuestro tema.
La recuperación se nos convirtió en una tarea de hormigas, cuasi de espionaje, cuasi de aventuras.
Un solo ejemplo:
En nuestra ciudad, como en miles, hay una plaza donde los fines de semana arman sus puestos los artesanos. En uno de esos puestos, un personaje del ’60, canjea libros. Le comentamos en qué búsqueda andábamos y nos prometió revisar en su casa. Vale decir, en su morada que es extremadamente parecida a la del Jacobo Tesler del Adan Buenosaires. Y sucedió que allí, entre biblias y calefones, entre quinqués y libros, encontró varias pilas de ejemplares, casi todos de Bambalinas y La Escena. Ejemplares que nuestro buen amigo decidió cambiar de residencia y mudar a nuestra biblioteca.
En ese sentido es que comenzamos a aguzar nuestra imaginación. Porque nunca se sabe quién puede tener en su casa algún ejemplar. Y nos convencimos de que cada persona es un posible poseedor de esos tesoros.
Y a no olvidarse de las librerías de usados. Algunos libreros ya nos conocen, y hasta nos llaman para canjear ejemplares repetidos, como cuando de chicos canjeábamos las figuritas difíciles.

PRESERVAR
También así, como de buenas a primeras, nos dimos cuenta de que los ejemplares eran muchos.
¿Qué hacer con estos materiales que se iban amontonando ahí en esa vitrina y que reclamaban mejores condiciones?
¿Qué hacer frente a esta realidad que se nos vino encima?
Encaminamos nuestros pasos al Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, donde tuvimos la suerte de encontrarnos con la Lic. Carolina Bergaglio, quien nos brindó y nos brinda generosamente sus conocimientos y prácticas; y nos guió y nos guía hacia las mejores tomas de decisiones. Que al principio eran muy generales y que con la práctica se fueron volviendo más específicas.
¿Cómo evaluar el estado de cada ejemplar?
¿Cómo decidir cuál ejemplar está en condiciones y cuál no?
Aprender a reconocer si tienen un vicio inherente marcado o algún tipo de peste, algún moho, algún bichito en actividad.
Aprender que en algunos casos no alcanza con el aislamiento y la observación; y tomar la difícil decisión de condenarlo, es decir, darlo de baja.
¿Cómo decidir si es necesaria la intervención o no?
Y luego: qué clase de intervención es la más conveniente.
Entre las cosas que aprendimos está el tema de la limpieza, que parece ser es una de las más efectivas políticas en conservación.
La limpieza, de cada ejemplar, de cada lugar de guarda, del ámbito en general.
Y acá entra en escena nuestro amigo “el loco de la aspiradora”. Convengamos en que a nadie, pero a nadie le gusta esa ruidosa tarea. Obviamente ni a él. Pero él comprendió que la aspiradora se lleva del piso, junto con la tierra, los huevos y el bicherío. Y devotamente entonces, circula por los pisos de nuestra sede con la aspiradora industrial. Y esta tarea la repite no menos de tres veces por semana.
Por otro lado, gracias a una casualidad (¿o causalidad?), dimos con una información que nos llevó a redactar un proyecto que finalmente fue aprobado por el Programa para Bibliotecas y Archivos Latinoamericanos de la Universidad de Harvard. Y fue gracias a esa subvención, que logramos adquirir los elementos para tratar y guardar apropiadamente cerca de 1.000 ejemplares de las revistas citadas; más la colección completa de la Revista Crisis, más unos cuantos libros como la edición de 1942 de Memorias de un hombre de teatro de Enrique García Velloso, o la edición de 1949 de Burla, Credo y Culpa en la Creación Anónima de Bernardo Canal Feijóo, o el Diccionario Teatral del Río de La Plata de Tito Livio Foppa, por sólo citar algunos.
Ese proyecto nos tuvo entretenidos más de dos años (finales del 2003 a mediados del 2006). Y nos sigue entreteniendo.
Somos concientes de que es imposible evitar el envejecimiento de esas ediciones, pero aprendimos que podemos hacer más lento el deterioro, minimizar el daño y reducir el riesgo de destrucción.
Es por eso que seguimos hasta hoy emberretinados en este enfoque sistemático hacia el cuidado de nuestro fondo bibliográfico, evaluando las condiciones para mejorarlas, planificando las acciones de conservación preventiva; ejemplar a ejemplar, centavito sobre centavito. Y vale puntualizar que la metilcelulosa, el papel japonés, el cartón libre de ácido, el silicagel, las cajas y muebles apropiados para la guarda, siguen cotizando en dólares o en euros en nuestros terruños; mientras el tiempo de extracción de ganchos, cosido, reparación, limpieza, etc., sigue cotizando en amor a la causa, en amor al arte.

DIFUNDIR
Como en algún momento dijimos, estamos vinculados virtualmente a miles de teatristas, argentinos residentes en Argentina, argentinos errantes y no argentinos. Este mundo de la internet ha acortado las distancias. Y así se nos hace posible llegar con los materiales, principalmente las obras dramáticas, a otros lares.
Y esto como tantos, nos hizo caer bajo el encanto de las nuevas tecnologías. Esas que nos brindarían la posibilidad de digitalizar ese vasto y rico material que nos había seducido tanto.
Caímos en el ensueño de llegar a esos muchos ojos y esas muchas manos que residen en lugares lejanos a nuestra sede.
Pero la realidad de un país que por ahora anda medio distraído en esto de la preservación de su patrimonio cultural, nos baja a tierra en estos empeños, por ahora.
Porque seguimos soñando con que un día puedan expandirse las fotos de la puesta del primer estreno de “El Conventillo de la Paloma” de Vacarezza o de “El Organito” de los hermanos Discépolo o la de un Arata impagable en el “He visto a Dios” de Deffilippis Novoa o el rostro de nuestro amado Pablo Podestá que soñaba con techar la ciudad de Buenos Aires para inundarla de pájaros.

Hasta aquí en lo que respecta a recuperar-preservar-difundir esos materiales impresos de la época de oro de nuestro teatro nacional rioplatense.
Pero hay más cosas en nuestra Biblioteca Teatral.
Están los más de 200 videos de películas, ensayos y puestas en escena, propias y ajenas; los más de 100 casetes de audio en los que hay grabadas entrevistas, opiniones, fragmentos de radioteatros, algunas publicidades antiguas y otras “rarezas”. Materiales que corren la misma suerte, o desgracia, que las ediciones impresas.
Hace poco aprendimos que tanto las cintas de audio como las de video pueden reproducirse hasta 100 veces, y que luego su deterioro es inexorable. Sin contar con los hongos, la humedad por mala guarda, etc. ¡Ojo amigos!: ¡Nunca guarden los videos de audio acostaditos! ¡Van ver-ti-ca-les!
Pero nosotros tuvimos más suerte que los materiales. Logramos armar y que fuera aprobado un subsidio en el Fondo Nacional de las Artes para adquirir el equipamiento y elementos necesarios para digitalizar esos archivos. Subsidio que se suma al aporte del Instituto Nacional del Teatro.
Así que el próximo año nos encontrarán realizando la tarea de convertir esos formatos a formatos digitales.
Nos encontrarán buceando, investigando, en estas nuevas tecnologías que nos enfrentan a nuevos problemas de conservación y preservación, de catalogación y guarda, a adquirir las técnicas apropiadas y experimentarlas, con el viejo y archiconocido método de ensayar, corregir y vuelta a ensayar.
Y miren que hay más aún en nuestra Biblioteca.
Están los más de 2.000 discos de vinilo y pasta… que aún duermen en esas bibliotecas que están ahí al costado, duermen a la espera de los necesarios fondos y las necesarias manos que se ocupen de limpiarlos, guardarlos apropiadamente, catalogarlos… en fin… de recuperarlos-preservarlos-difundirlos.

Así pues, amigos, tenemos para entretenernos y estamos agradecidos.
Y como dijo Eduardo Galeano respecto de nuestro compatriota Rodolfo Walsh: “seguimos buscando la lluvia en estos tiempos de sequía”.
Porque estas reflexiones que podemos hacer son sólo eso: “viento de palabras”.
Ya que estamos convencidos de que la verdad, la única realidad, es el encuentro de personas.
Venimos pues hasta aquí para encontrarnos con quienes diariamente tienen los mismos desvelos, las mismas pasiones, en cada archivo, en cada biblioteca, en cada centro de documentación, de los aquí representados.
Estamos aquí, porque creemos como algunos otros que este oficio, esta vocación, solo puede servirnos para unirnos con ustedes, con la gente; y que el único lujo que verdaderamente vale la pena vivir, es justamente éste, el de establecer y recrear relaciones cada vez más humanas.

La Biblioteca Teatral de La Plata “Alberto Mediza” agradece:
Al CELCIT y a los organizadores por la invitación a participar de este encuentro.
A nuestros compañeros que nos cubren estos días en nuestras responsabilidades diarias y cotidianas en La Plata, y que hacen posible y necesario que estemos hoy acá.
A todos ustedes, al querido lector, y al querido público.
Muchas gracias.

Cuentas